lunes, 6 de junio de 2011

La silueta femenina empezó a modificarse ligeramente en 1908. El busto ya no se echaba para delante ni las caderas hacia atrás. Las blusas flojas que caían por encima de la cintura tampoco se llevaban,  el vestido al modo “imperio” que tenía muy poco que ver con la moda de Napoleón I, hacía que las caderas pareciesen más estrechas,
Las alas de los sombreros, al ensancharse, contribuyeron a que las caderas pareciesen más estrechas todavía.

Moda Masculina


A fines del siglo XIX y principios del siglo XX la moda masculina se hizo muy sobria en los países de Europa occidental y de América. La vestimenta masculina y femenina de las clases altas era semejante, y los modelos básicos eran creados en París. El traje masculino constaba de tres piezas: chaqueta larga con cuello y solapa: el chaleco, por lo general de la misma tela o de gamuza, y pantalón con dobladillo hacia afuera. La camisa era generalmente de seda blanca, lisa, con cuello duro y se usaba con una corbata fina o un lazo.
El sombrero de fieltro tenía alas anchas levantadas en los bordes. Completaban el atuendo guantes de cuero y bastón con mangas de diversas formas y materiales. El cabello se usaba corto, y los bigotes eran grandes e inclinados hacia arriba.
Los hombres, en ocasiones que requerían etiqueta, iban con sombreros de copa y redingote, pero el traje de calle estaba de formado por el longue suit, con un sombrero de hongo  u “Homburg”, que cada vez más incluso en el West de  London.
Los sombreros de paja gozaban de una enorme popularidad y se llevaban a veces con pantalones de montar. Los pantalones solían ser bastantes cortos y muy estrechos y los joven empezaron a llevarlos con vuelta abajo y las rayas marcadas. Cuellos de lino almidonado y muy altos, a veces llegaban hasta la barbillas y no era sino un eco de los cuellos emballenados de los vestidos  femeninos.


La evolución de la ropa 

A comienzos del siglo XX la moda empezó a crear nuevas tendencias acordes con el inicio de un nuevo siglo. Se impuso la silueta en forma de S, la cual se lograba con un corsé bastante entallado que empujaba el busto hacia arriba y hacía la cintura mucho más estrecha, lo que hacía difícil respirar a las damiselas de la época.
Las faldas eran ajustadas en las caderas y se iban ensanchando en forma de campana hasta llegar al suelo. También durante esta época nacieron los trajes sastre y los vestidos de corte con cierta influencia masculina para las mujeres que ya empezaban a insertarse en el mundo laboral de esos tiempos. 
A partir de 1908, se produjo un cambio fundamental en el atuendo femenino. Una de las razones por lo que sucedió fue por los ballets Rusos y Paul Poiret, jugaron un papel importante en este cambio. Lo que sí que fue evidente es que hubo una ola de orientalismo, seguida de un extraordinario entusiasmo por la representación de Schéhérazade, cuyos trajes fueron diseñados por León Bakst. Los colores eran llamativos, incluso chillones, y la sociedad los adoptó con entusiasmo, abandonando los antiguos rosas pálidos, y los desvanecidos malvas.  Los rígidos corpiños, y las faldas acampanadas fueron remplazadas, por una ropa más suave. Las faldas se hicieron más estrechas que dieron paso a las faldas trabadas que hacían difícil hacer dar pasos de más de dos o tres pulgadas. Para evitar que las mujeres diesen  pasos más largos y rasgasen la falda,  se llevaba a veces grilletes de trencillas parece que todas las mujeres y esto ocurría en el mismo año de las manifestaciones sufragistas estuviesen dedicadas aparecer esclavas en un herén oriental. Algunas mujeres llegaron incluso a llevar pequeños pantalones “harén” que asomaban por debajo del dobladillo de la falda. 







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